Al comienzo de la entrevista con el programa Narraciones Extraordinarias, la poeta Melina Alexia Varnavoglou manifestó: “Si nos ponemos muy intelectuales, el sadismo y por otro lado el masoquismo creo que son dos pulsiones interiores de la perversidad propia del ser humano. Ni siquiera en lo sexual, por ahí lo pornográfico si lo cifran a algo sexual, pero los impulsos sádicos o masoquistas están en todo”.
Mientras que añadió: “En una charla que tuvimos muy linda también con otra psicóloga, Sofía Guggiari, ella decía que se pajeaba con Freud; bueno yo también. Pero por esta idea del perverso polimorfo, a mí me parece un concepto poético incluso. Citando también a Perlongher, la niñez es el rostro más auténtico de la vida y después que pasa. Como que la represión te va dando una forma pero que quizás no es tan propia”.
Por otra parte, ya refiriéndose a su libro Los poemas pornopsiquiátricos, señaló: “Justo vengo de dar taller, estábamos leyendo a Emma Barrandéguy, y lo que una alumna decía es 'hay que vivir mucho para escribir este poema'. Yo no sé si todavía he vivido tanto, pero lo que he vivido es este tipo de experiencias que tienen que ver con el sexo como liberación pero también con la represión. En Villa Ballester yo tuve como una infancia bastante reprimida por así decir, entonces encontrarse con la ciudad, con la política, con la literatura, con los círculos de la poesía, también abrió un poco ese panorama”.
Asimismo, la conductora del programa Una filosofía muy interesante, expresó: “Medio el yo poético del libro, no diría que es autobiográfico porque aparecen un montón de personajes, pero si está muy conectado con un proceso personal, es mi libro más espiritual como diría David Lynch. En el sentido que el espíritu es también la psiquis, entonces un poco es el recorrido del yo poético a través de lo que implica libidinizar la vida después de la depresión”.
En tanto que, ya sobre el tramo final de la extensa charla, precisó: “Me gusta citar mucho a mi maestra, la primera poeta que conocí, que es Irene Gruss. Su obra completa se llama La mitad de la verdad y para mí la poesía es la mitad de la verdad, no es toda la verdad; y la otra que la complete el lector”. A lo que agregó: “También hay una cosa que decía Cecilia Pavón, que le preguntaban si lo que escribía le había pasado de verdad. Nadie quiere que le hagan esa pregunta (…). A mí me gusta cuando veo una coincidencia entre la vida y la obra”.
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