Ricardo Romero, quien recientemente presentó El libro de los sesgos. Cómo y por qué nuestra cabeza nos hace creer lo que quiere, manifestó: “Yo vengo más bien de la ficción, soy novelista, y vengo trabajando desde hace mucho tiempo también como docente en la Universidad Nacional de las Artes con el trabajo de pensar la escritura y la expresión a través de la palabra escrita. Eso indefectiblemente te lleva a pensar en la construcción de relatos en general. Esto de los sesgos me permitió pensar cómo construimos relatos individuales y colectivos todo el tiempo, y de qué manera los acomodamos a nuestras necesidades. Esta fue una charla que tuve con los editores de Godot, que me lo propusieron y me entusiasmé”.
Asimismo, aseguró: “Para mí la madre de todos los sesgos es la disonancia cognitiva, a partir de ahí empecé a pensar en los relatos. Es esto de como acomodamos nuestras ideas para que se sostengan, sean coherentes; muchas veces no nos importa tanto que nuestro relato sea verdadero, sino que sea coherente y se pueda seguir sosteniendo en el tiempo. Entonces uno va acomodando las fichas a medida que se enfrenta a situaciones y bueno ahí aparecen el resto de los sesgos. Por ejemplo el sesgo de confirmación, esto que dice que le prestamos más atención a lo que está de acuerdo con nosotros que a lo que nos va poner en crisis, justamente es una herramienta de la disonancia cognitiva para que nuestro discurso no entre en crisis”. A lo que agregó: “Pareciera que la crisis no es nuestra y quizás sea lo más nuestro de todo. A mí me gusta pensar que los artistas son los que mejor se llevan con esas puestas en crisis, obviamente los políticos no”.
Por otra parte, el escritor reflexionó: “Lo más importante es esta pregunta de '¿Realmente quiero pensar en esto que estoy pensando?'. Si nos hiciéramos esa pregunta al menos una vez al día, creo que ganaríamos un poco de independencia en relación a las agendas que son siempre urgentes, nos convocan, nos atraviesan, nos invitas a indignarnos, asustarnos, enojarnos o entusiasmarnos. Hacernos esa pregunta para mí es un acto de política íntima que podría ser muy saludable y desgastante por un lado también, porque exige lucidez y detenerse un momento. No es que nos vamos a poder sacar de encima estos sesgos, que en realidad son herramientas de pensamiento que fueron generadas por nosotros para sobrevivir a situaciones críticas, el tema es no quedarse ahí y hacerse esas preguntas”.
Además, en diálogo con Código Provincia por Radio Provincia AM1270, expresó: “Creo que las inteligencias artificiales están entrenadas justamente con nuestro propio tráfico de información y las influencias están ahí, la circulación de la información nunca es inocente. Hay algo que también trabajo un poco en el libro que es que el periodismo ahora trabaja mucho con estadísticas y parece haber una verdad adentro de esas estadísticas, como si fuera una verdad matemática. Pero los datos y la estadística no es matemática, es otra ciencia, es básicamente un relato porque la estadística genera una interpretación de esos datos y pueden decirnos muchas cosas distintas. Me parece que con las inteligencias artificiales pasa eso también”.
“Vendemos y compramos relatos todo el tiempo. Me parece que pensar en los sesgos es justamente aceptar eso. Por supuesto eso no quiere decir que vayas a dejar de comprar relatos, quiere decir que lo vas a hacer a consciencia y sabiendo que es una negociación cotidiana con el mundo, con la sociedad, con la cultura”, precisó. “Hay que entrenar el oído para escuchar, para no tomar decisiones apresuradas cuando no son necesarias. El caso más evidente es cuando a uno le llega un mail y lo quiere contestar en el momento, o un WhatsApp”, concluyó.
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