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MARÍA EUGENIA LANFRANCO: "LAS AMENAZAS ERAN COTIDIANAS, PERO HABÍA QUE SEGUIR PORQUE NO LO HUBIÉRAMOS LOGRADO DE OTRA MANERA"
NO NOTABLES DE LA CONADEP

MARÍA EUGENIA LANFRANCO: "LAS AMENAZAS ERAN COTIDIANAS, PERO HABÍA QUE SEGUIR PORQUE NO LO HUBIÉRAMOS LOGRADO DE OTRA MANERA"

Por Marcos Benjamin Federman Schultz / 18 de November, 2025
Ingresó a la comisión a sus 20 años como voluntaria siguiendo el impulso de su conciencia para ser parte de un hito de nuestra democracia.


En diálogo con Historia Nocturna, explicó que "nos denominamos los No Notables porque a la comisión se la conocía por Sábato, o por la comisión de los notables. Pero junto a ellos fuimos casi 100 los trabajadores que acompañamos el trabajo de la CONADEP, muchos de organizaciones de DDHH. En mi caso, yo llegué porque me ofrecí a trabajar allí, a mis 20 años. Cuando me pregunta cómo llegué, yo digo que en el tren Sarmiento porque vivía en Ituzaingó. Fui la no notable más chica".

Seguido, recordó que "la CONADEP dependía del ministerio del Interior, pero no funcionaba allí porque era complicado para los familiares de desaparecidos acercarse al lugar donde estaba la Policía Federal. Con buen tino se decidió que funcionara en el centro cultural San Martín, un lugar más amable". Allí llegó un día, recuerda, y resume: "La CONADEP se crea 5 días después de asumir Alfonsín. Trabajaron algunos empleados del Ministerio, pero todos pidieron el pase porque no soportaban hacer ese trabajo. Por eso se incorporó a trabajadores nuevos, integrantes de organismos de DDHH. Yo era chica, trabajaba de preceptora a la mañana y tenía tiempo a la tarde. Me acerqué y dije que quería colaborar aunque sea sirviendo café".

Consultada por sus motivaciones, reflexionó que actualmente "recorro bastante las universidades, escuelas, para conversar cómo se trabajó en la CONADEP. Hubo mucha tarea de los no notables. Yo era una chica de familia trabajadora, mi papá radical y mi mamá peronista. No eran militantes políticos ni tengo familiares directos desaparecidos, pero sí teníamos conciencia de la importancia del regreso de la democracia. Tal vez el motivo de ir fue para hoy contarlo. Fue un impulso". Sin embargo, "el miedo me vino después. Las amenazas eran cotidianas. Había un teléfono que era el 333730 y sonaba todo el día, con muchas llamadas con amenazas, pero se seguía trabajando, porque no lo hubiéramos logrado de otra manera". En ese contexto, "¿cómo nos llevábamos con el miedo? Una compañera que se exilió embarazada a Brasil y Suecia, contaba que había sido tanto el miedo de tiempos de dictadura, que nada de eso le daba miedo. Otros compañeros sí, volvían a su casa y miraban debajo de la cama aterrados por si había alguien". Personalmente también sufrió la persecución y recuerda que "hace unos años viajé a Ushuaia y me encontré con mi noviecito de ese entonces y le pregunté si se acordaba cómo nos seguían unos autos a la puerta de mi casa. Decidimos ir a un baile para sentirnos seguros en un grupo de gente más amplio y pasaron con el auto y nos gritaron de todo".

Sobre los comienzos, a poco de ser creada la comisión, describió que "cuando llego a mediados de enero del 84 éramos pocos todavía. Luego llegamos a ser 100 porque era mucho el trabajo, de compromiso, improvisación y se armaban los equipos de acuerdo a las necesidades. Por ejemplo, teníamos muy pocas máquinas de escribir. Yo empecé trabajando en el archivo que consistía en recibir el contenido de testimonios de compañeros que recibían las denuncias, armamos carpetas, unas fichas con el nombre de la víctima, se le daba un número, se guardaban en ficheros y al tiempo era tanta la cantidad de gente que venía a brindar su testimonio, que me pidieron ir a tomar testimonios. Pero en el camino me asusté. Un compañero abogado me dijo que usara oraciones cortas, que pregunte por los nombres de personas desaparecidas, fechas de nacimiento, si tenían familiares o amigos también desaparecidos, si hubo noticias, si se comunicaron de alguna manera, si tuvieron noticias. Siempre tomé testimonios a mano, nunca en máquina de escribir".

En cuanto a las figuras públicas que integraron la CONADEP, consideró que "los notables, eso es un capítulo aparte. Mirá, yo a lo largo del tiempo fui cambiando un poco mi mirada, porque una va madurando. Una cosa es tener 20 y otra es tener 62. Estas personas dieron su nombre, hubo otras que se negaron. Pero sinceramente, a algunos no los ví nunca. Ellos se reunían los martes a la mañana temprano. Otros en cambio, como Magdalena Ruiz Guiñazú trabaja a diario, hacía reconocimiento de centros clandestinos. Al principio había 50 identificados por organismos de DDHH, luego llegamos a 300 y hoy son más de 900. Por ejemplo no estaba ahí registrado Campo de Mayo. Cada vez que se reconocía un centro clandestino o se viajaba al interior, tenía que ir un notable. Insisto, hubo notables que no los vimos, otros en cambio sí. Muchas veces la gente cree que el Nunca Más lo escribió Sábato, pero de alguna manera fue un aporte colectivo. Avanzados los meses nos pidieron que si teníamos identificados algunos testimonios que podían enriquecer los capítulos del informe, teníamos que hacer fotocopias y acercarlo para que se evalúe su incorporación".

Más adelante expresó que socialmente "un hito importante para la sociedad fue el programa de televisión. La CONADEP iba a durar 6 meses, pero era tanto el trabajo se pidió una prórroga de 3 meses y nos lo dieron con la condición de que algo tenía que salir a la luz porque había tantas presiones políticas y de militares, había que mostrar los avances. Se transmitió un programa en canal 13 de dos horas, fuimos los notables y los no notables. A nadie se le pidió un guion previo, estuvo Chicha Mariani, Estela Carlotto, no hubo ningún condicionamiento".

"En lo personal lo que me marcó para toda la vida fueron los dos viajes a Tucumán. En mi vida no sería la misma sin ese viaje. Porque tomamos denuncias, el dolor de tener un familiar desaparecido es igual en donde sea. Pero muy distinto era en Buenos Aires, donde el familiar traía una carpeta con fotocopias de las denuncias, los habeas corpus y un relato fluido. Pero en Tucumán, la mayoría de las veces era la primera vez que relataban la desaparición del familiar, muchos firmaban con una cruz porque eran analfabetos. A mi me marcó un señor que dijo que la patrona no paraba de llorar desde el día que se llevaron a los dos changos, uno de 16 y otro de 18 años. Contó que entraron a su casa con tal violencia que uno no tuvo tiempo ni de ponerse las zapatillas. Ambos trabajaban en un ingenio azucarero pequeño. Cuando terminó, el señor firmó con una cruz, me miró y me preguntó si se los íbamos a encontrar. No había un registro de lo que era ser un desaparecido", relató con profunda tristeza.

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