Al comienzo de la charla con Enzo Maqueira en el programa Narraciones Extraordinarias por Radio Provincia AM1270, Marcelo Figueras indicó: “Fue una mezcla de todo. Cuando venía para acá me acordaba de una vieja canción de The Smiths en la cual Morrissey hablaba de una historia de cómo alguien tomó un niño y lo convirtió en viejo. Un poco es eso, contar como la circunstancia de ser apenas un adolescente en el medio de la dictadura hizo que uno no se convirtiera en un joven sino que pasara a ser una especie de viejo en algún sentido. Por obra de la circunstancia argentina en particular, pero también por obra de ese microuniverso que significaba ese colegio privado que cambió con la dictadura. Empezó siendo un colegio muy católico y muy contenedor, y cuando cayeron los milicos, cambiaron las autoridades y se volvió un espejo en términos de recrear la vida a partir del autoritarismo”.
Además, se refirió al personaje principal y señaló: “Lo que le permite sobrevivir en esa circunstancia es esto de sobreactuar la del buen hijo y la del buen alumno. No es un pibe que tenga consciencia política e histórica de lo que estaba pasando en ese momento, pero si tiene una hipersensibilidad que le permite darse cuenta que afuera está pasando algo muy feo”. A lo que agregó: “Es un nerd. Estamos hablando de mediados de 1970 y un niño que leía mucho, no sería la misma clase de nerd que sería ahora un niño que lee mucho”.
Por otra parte, el autor de la novela Valecuatro expresó: “La literatura, entre tantas otras cosas, es un juego también, un emprendimiento lúdico. En primer lugar para el escritor, no sé si para todos pero para mí muy claramente. Si yo no me entretengo con lo que estoy escribiendo, no tiene sentido. Cada vez que me planteo una historia nueva es '¿Y ahora a qué voy a jugar?'. La literatura tiene esto que en general está tácito, pero siempre es un juego entre quien escribe y quien lee. Yo te tengo que seducir, te tengo que vender esta historia con el deseo que sigas jugando esta partida hasta el final. Me pareció lindo ponerlo de relieve esto que en general está oculto en el mecanismo de la escritura y la lectura”.

En otro orden de temas, manifestó: “En general yo soy cero nostálgico pero en un momento, hace poco más de dos años, me empecé a dar cuenta que me empezaron a aflorar las anécdotas del secundario. Ahí me pregunté qué me estaba pasando y empecé a entender que de alguna manera lo que estaba viviendo en esa Argentina pre-Milei me recordaba a la Argentina de mi adolescencia. Está claro que no estamos viviendo una dictadura militar, sino en el sentido de que es un país en el cual están pasando cosas muy jodidas de las cuales la sociedad parece no hacerse cargo o no darse cuenta. Toda la gente pretende seguir con lo que sería su vida normal. La sensación es que es un edificio más cerca de derrumbarse que de seguir existiendo pero la gente sigue actuando como si fuese un edificio nuevo en perfectas condiciones”.
“Me parecía que era una historia que valía no porque me había pasado a mí, sino porque era una linda historia. Me pareció que tenía muchos elementos que justificaban la escritura. Fue una experiencia en algún sentido similar a la de Kamchatka porque me di cuenta que de alguna manera cuando pienso en esa época también pienso en términos de juego, en términos lúdicos”, enfatizó. “Nosotros jugamos básicamente para pasar el tiempo y entretenernos, pero los juegos surgieron en un contexto muy distinto. Surgieron en la Antigua Grecia, en pueblos que muchas veces estaban sitiados por enemigos, se les estaba acabando el agua y de repente los juegos eran algo que permitían no desesperar. Por eso me salió con el truco Valecuatro, algo entretenido pero que al mismo tiempo tiene de trasfondo esta cuestión de que sabemos que estamos sitiados y necesitamos no enloquecer”, concluyó.
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